
Esta charla abordará las preocupaciones de los que se han quedado atrás: las numerosas comunidades de todo el mundo en las que el trabajo decente se ve amenazado por el impacto combinado de la globalización y los avances tecnológicos.
El trabajo decente trasciende los meros ingresos, sino que fomenta la autoestima que se obtiene al desempeñar un empleo significativo, basado en las competencias y que contribuye a la comunidad. La creación de este tipo de oportunidades de empleo dentro de una economía es una forma práctica y factible de justicia social, lo que Michael Sandel denomina justicia contributiva. También revitaliza y rejuvenece las economías perjudicadas por el mito de que la globalización conduce a la prosperidad universal.
Sin embargo, no todos los esfuerzos de creación de empleo tienen éxito. Las políticas nostálgicas que intentan revivir empleos obsoletos tienen pocas probabilidades de ser sostenibles, sobre todo en los países en desarrollo. En su lugar, las políticas públicas proactivas deberían centrarse en formar y equipar a la mano de obra con competencias relevantes para el siglo XXI que aprovechen sus puntos fuertes distintivos y aprovechen la tecnología en beneficio de la sociedad.
En las sociedades actualmente bloqueadas por una política polarizada, el progreso requiere un paquete de políticas que resuene en todo el espectro ideológico. Al tiempo que mantenemos los principios básicos de una economía de mercado, como la competencia, podemos aprender de los éxitos recientes de las sociedades que ofrecen formas más equitativas de democracia económica que evitan las «jerarquías de la humillación» y el trabajo insatisfactorio.
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